Uno de los peores males de nuestro tiempo sin lugar a dudas es la susceptibilidad, ese defecto que nos lleva a sobrevalorar los comentarios que hacen las personas sobre nosotros mismos o sobre nuestras acciones, con una mirada externa que en oportunidades no es personal ni pretende hacernos daño.
Es importante diferenciar los comentarios externos que recibimos cuando ostentamos un rol en la sociedad que supone liderazgo y-o visibilidad pública. Yo los catalogo en 3 niveles: Debate: Una persona, organización o medio de comunicación plantea ideas que se oponen a las nuestras o hace comentarios con argumentación en relación con nuestra misión, desempeño o decisiones. Crítica: Una persona, organización o medio de comunicación plantea cuestionamientos serios en relación con nuestra misión, desempeño o decisiones, pero desde su propia experiencia, mirada y casi dando como un hecho que sus ideas son reales y hay error en el comportamiento o las decisiones del contradictor. Ataque: Una persona, organización o medio de comunicación realiza juicios de valor personales que atentan contra la integridad, valores o la idoneidad de nuestro rol, muchas veces desinformado, motivado por una enemistad, odio o búsqueda de intereses particulares. Frente al debate o la crítica vale la pena el diálogo o buscar los medios para equiparar argumentos desde los medios adecuados, sin perder altura o dignidad y con el ánimo de contruir. Frente a los ataques, medir el verdadero efecto para la imagen y reputación en clave de la percepción que pueda variar en mi público objetivo, quién es la fuente del ataque, el medio, el escenario y las circunstancias donde se produce. A partir de eso se evalúan fórmulas para responder, aunque en un 99% diría que NUNCA debe ser la misma persona afectada quien deba salir directamente a igualarse con un atacante. Miguel Jaramillo Luján, Consultor en Marketing Político y Gobierno
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