Miguel Jaramillo Luján Estratega Político@jaramillolujan
Es bastante llamativo para Colombia que a menos de nueve meses de la primera vuelta de las elecciones presidenciales haya una gran tendencia de muchos ciudadanos hacia el centro, lo cual podría interpretarse como una gran oportunidad para varios candidatos que no asumen posiciones extremas ni autoritarias en el país. Sin embargo, también hay que cruzar esa información con la tendencia que muestran muchas personas donde al no estar sometidas a posiciones de extremo, son más proclives a la abstención. ¿Qué correlación existe entre el centro y la abstención? Es lo que me propongo sustentar con este artículo.
En reciente encuesta polimétrica de Cifras y Conceptos, que tomó como muestra entre los días 3 al 16 del mes de septiembre, se refleja una gran tendencia por parte de los ciudadanos -del 71%- que dicen pertenecer al centro en el país, frente al 17% que se identifica como de izquierda, y el 13% que se identifica como de derecha.
Cualquiera podría concluir que en un panorama político como este, el país ya tuvo suficiente con los extremos; de posiciones como las que enarbolan el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, el expresidente Álvaro Uribe, el Centro Democrático, la Colombia Humana o el Pacto Histórico, buscando -de cara al 22- a personas que realmente representen ese centro: un sector bastante atractivo, más moderado, que estabilice la economía, que respete las libertades civiles, y que en últimas pueda sacarnos de esa área de terror que padecen muchos ciudadanos al ver tan arriba en las encuestas al señor Gustavo Petro.
Sin embargo, es preciso decir que muchas veces en la tendencia electoral, en clave de corrientes de opinión, cuando los ciudadanos migran al centro, al momento de ejercer el derecho al voto, se abstienen de hacerlo. La tendencia a la moderación política lleva implícitamente una gran tendencia de abstencionismo. Así como el autoritarismo y los extremos generan rechazo por los ciudadanos, y los conducen a buscar la moderación y el centro, también es cierto que en la moderación y el centro no se concentran las emociones que son detonantes de la decisión de voto.
Aunque nos cueste mucho decirlo y prefiramos argumentar que los ciudadanos votan desde lo racional, no podemos desconocer que el ejercicio de voto de los ciudadanos de cualquier sector socioeconómico de Colombia es movilizado a partir de emociones y motivaciones fuertes. Por ende, estas tendencias hacia el centro lo que hacen es incrementar el abstencionismo, y causar que los extremos, con quizá una menor proporción de votación, logren hacerse al poder. Recordemos que en 2018, Iván Duque, con 10 398 689 votos, y solo el 54.03% del total de personas que votaron en el país, se convirtió en presidente de Colombia. En base a la importancia de estos porcentajes, no se podría decir, por ejemplo, que Gustavo Petro tenga hoy la misma cantidad de votos que en 2018, pues en esa votación en segunda vuelta concurrieron tanto el voto simpatizante con el exalcalde de Bogotá, como el voto de un sector que se opuso radicalmente -y que se convirtió en un voto castigo- a lo que representó su antítesis.
Resulta intrigante y preocupante a partes iguales la relación entre el centro y la abstención. Los datos nos dicen que un candidato moderado de centro tiene todo para alzarse como vencedor, pero la experiencia nos enseña que esa ausencia de motivación al voto que adolece al centro podría terminar con la victoria de un candidato posicionado en alguno de los extremos. Espero que esta reflexión sirva para que, más allá del fanatismo ideológico, y del hastío por las opciones disponibles, podamos ejercer nuestro derecho al voto con profunda responsabilidad, y con la mirada fija en la Colombia que queremos.
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