Sin duda es un fenómeno que llama la atención: Se trata de un político con 69 años, a quien los norteamericanos lo conocen más por el prime time de la televisión como un jefe despiadado, que por sus millonarios negocios en la vida real. Ha sacudido la opinión del sur con violentas declaraciones contra la población latina; también desconoce los efectos del cambio climático y que no demuestra mucha habilidad técnica sobre la forma cómo se administra lo público. Hablamos de Donald Trump.
Se podría decir que este empresario nacido en Queens Nueva York el 14 de junio de 1946, es un pintoresco personaje de esos que traen algunos procesos democráticos electorales en nuestro continente, cuando se abre la posibilidad de inscripción; sin embargo sus recientes éxitos en las elecciones primarias de su partido, el Republicano, provocan una reflexión sobre lo que la sociedad norteamericana está poniendo en agenda para la contienda electoral que tendrá su momento más candente en el segundo semestre de este 2016. En términos de storytelling la estrategia de Donald Trump es ubicarse como el Villano del partido tradicional que quiere restituir muchos de los valores tradicionales. Su discurso evidencia las fisuras en el componente ideológico y político de su propio partido y sus rivales son los mejores prospectos de héroes dispuestos a ser inmolados en esta fase inicial, o quienes ganarían por una cabeza a Trump, sin un respaldo tan contundente. El relato de Trump se apalanca en la recuperación de hechos, situaciones y entornos que para los Estados Unidos ya hacen parte del pasado, en una mirada más desde las variables económicas que desde el aspecto humano y sobretodo con una mirada muy superficial desde la incidencia global de un país como Estados Unidos en muchas dinámicas del planeta. La villanía como estrategia frente a un proceso electoral preliminar, hace correr el riesgo de que se generen bandos con una alta polarización, lo cual se agrava con la sobre exposición; ello genera un vinculo emocional detonante de afecto o desafecto del ciudadano e incluso un efecto tijera que deteriora el necesario crecimiento en nichos de desconocimiento o de opinión neutra. Me niego a creer que un producto-servidor como Donald Trump no sea soportado sobre una construcción política, mediática y los propósitos de un partido a quien esta vez le correspondería asumir el poder pero su figura más notoria es un empresario adulto-mayor que detona alta polarización y se va lance en ristre contra el establecimiento del cual se alimentó en dinero, relaciones y popularidad. ¿Acaso como ha ocurrido en momentos coyunturales del país del norte, el nuevo rumbo será marcado por un nuevo establishment? Miguel Jaramillo Luján Consultor en Marketing y Comunicación Política
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