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María Corina sí entendió el tema de la campaña venezolana

Actualizado: 23 sept

Más allá de la espuma de opinión pública que clama por una transición en Venezuela ante el evidente deterioro de la calidad de vida en ese país; las elecciones de este domingo serán definidas por un anhelo: la reunificación familiar que desean miles de nacionales hoy con familias desmembradas dentro y fuera de su país, ese que está herido por muchas violencias, por un gobierno tirano e ilegal y afrontando un futuro que debería empezar a cambiar con una transición en el poder que no será sencilla ni inmediata.

De acuerdo con varios estudios de escucha social digital (lectura de tendencias de sentimiento, deseo o lenguaje en redes sociales)  aplicados por expertos en varias regiones venezolanas, más allá de las soluciones de metro cuadrado como seguridad, vida, salud, educación o tener un empleo, hay un amplio sector de la ciudadanía venezolana radicada en ese país y habilitada para votar este domingo, que expresa como su más profundo deseo el hecho de poder reunir de nuevo a su familia; hijos anhelando tener cerca sus padres, abuelos que quieren conocer a sus nietos y así. Eso sin contar con lo que sienten quienes están fuera, injustamente censurados para votar por el sanguinario régimen socialista que desde hace dos décadas encabeza ese país.

La fuerte marca política de María Corina Machado y la generación de su fenómeno electoral en tierra y redes sociales, solo es equiparable al de Hugo Chávez en 1998, porque responde a la enorme frustración de una oposición que nunca fue, de varios líderes que se dejaron comprar por un plato de lentejas o se dejaron amedrantar por una tiranía que fragmentó el anhelo popular de cambiar los efectos de un mal gobierno como la tasa de muertes violentas, la inflación, el aislamiento o la devaluación de las propiedades.

Machado recorre de norte a sur regiones como Miranda, Zulia, Barinas, Táchira e incluso el centro de Caracas y ella misma no tiene que decir una palabra, pues son los videos entre lágrimas o rostros desencajados de personas, los que mencionan el tema central de esta campaña: la ilusión de cambio bajo un paradigma del reencuentro entre las familias, que solo sería posible si varía la persecución, la violencia y la convivencia actual con el narcotráfico que caracteriza al gobierno de Miraflores.

Este domingo 28 de julio tendría que ocurrir un ejercicio realmente democrático en las elecciones presidenciales de Venezuela que refleje la ventaja de la oposición Edmundo-Corina en las encuestas, y las urnas griten que el dictador Maduro no le funciona ya hacer podcast con jovencitos, montar a caballo, comer con los más humildes, hablar de sus hobbies o emular la cotidianidad que miles de venezolanos ni siquiera alcanzan a fin de mes con sus bolsillos vacíos o el hambre pululando en las calles de ese país.

La Plataforma Unitaria Democrática que hoy representa en la tarjeta electoral el diplomático Edmundo González, quien fue revestido por María Corina como la opción a pesar de ser casi un desconocido y hoy lidera las encuestas creíbles,  no es una coalición de partidos, es una organización convencida y alineada por lo que están pasando uno a uno con los ciudadanos y hacia eso está virando la política latinoamericana, donde ya los acuerdos y triquiñuelas entre políticos son un mundo paralelo a las necesidades reales y tangibles de ciudadanos indignados por tantos años con promesas sin solución.

La tantas veces violada unidad de la oposición venezolana, hoy se une ante una contundente fuerza: el grito popular de todas las clases sociales de Venezuela, hastiada con un régimen que no soluciona su metro cuadrado ni comprende temas esenciales como la nostalgia de volver a abrazarse entre los miembros de una misma familia, la nostalgia y la ilusión de una Venezuela cuyo pasaporte no genere vergüenza o temor a sus propios portadores.

Por Miguel Jaramillo Luján

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