Existe una mentira común en la cabeza de muchos líderes: La Imagen no importa, eso es cosa de apariencias y desacredita la sustancia. Duro sacarles de la cabeza que un buen esfuerzo de gobierno o promoción en camaña se viene al piso si no hay persuación entre los públicos que requieren para lograr sus objetivos; así como una agresiva campaña de marketing no va a tapar la ineficiencia de una propuesta o decisión de gobierno. El marketing político es una herramienta que se usa para persuadir y llegar a la emoción-razón de los ciudadanos, para movilizarlos hacia un fin común que se traduzca en beneficios para todos. Gobernar es comunicar. Sin embargo, el buen gobierno va más allá de lo estético; por lo cual el marketing político busca que los dirigentes convenzan desde la ética, alentándolos a que construyan el mejor plan de gobierno; basado en la investigación de las problemáticas, el entorno y la población, ya que solo así logrará que sus medidas sean acertadas y pertinentes y respondan a las preocupaciones de los ciudadanos, en especial los más vulnerables. Por esta razón hay que abandonar la visión apologética de que el marketing político oculta cualquier ineficacia y negligencia que tenga un gobernante, pero también debemos desterrar la visión de que el marketing solo alienta a parecer; a premiar solo la forma y no el fondo. La herramienta puede ser o no eficiente dependiendo del uso que le de la persona. La mejor forma de llegar a la razón y corazón del ciudadano es comunicar bien, pero no se debe olvidar que para comunicar de manera atractiva también deben existir hechos positivos y tangible. En pocas palabras, debe haber algo que contar. Por Daniel Echeverri y Miguel Jaramillo Equipo Marketingpoliticoygobierno.com
top of page
bottom of page
Comments