Por: Luis Duque
Durante las ultimas semanas, he leído y escuchado todos los días “como se hace campaña, se gobierna”. ¡Como están de equivocados!
Yo que me dedico a trabajar en campañas electorales y en gobiernos y puedo asegurar que esto es una gran mentira. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Eso es como decir que como se produce, se vende, o como se entrena, se juega, o peor aun, como se le habla a la pareja, se le hace el amor (que aburrido donde esto fuese así).
Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes, trinó: “La corrupción del lenguaje (esa aberración de la política) tiene una dimensión paradójica: consiste en acusar de corruptos a quienes piensan distinto o proponen políticas diferentes”. Ojalá todos los inmaculados energúmenos electorales, entendieran que no por estar al frente, los contrarios son lo que ellos creen que son.
Cuando leo o escucho los comentarios de algunos personajes de la vida política, mentalmente me llevo las manos a la cara, recuerdo su pasado, recuerdo sus amigos antes de entrar a la contienda, recuerdo sus palabras en privado o recuerdo con quiénes han hecho sus negocios privados y no me queda de otra que lanzar un gemido risueño, al saber que, como diría mi gran amigo, el comandante Agosti, “nadie resiste un archivo”.
El problema es que quienes gritan a los cuatro vientos esa premisa, se creen de mejor familia, se creen libres de todo señalamiento y pecado, se creen impolutos (sabiendo que este adjetivo en Colombia, sólo es válido para Fajardo). Todos ellos, son los primeros que critican las campañas sucias, negras y de contraste (las tres con grandes diferencias), pero son los primeros en usarlas, son los primero en postear en sus redes sociales noticias falsas, son los primeros en tratar de buscar likes (porque votos no consiguen), denigrando y destruyendo al otro.
Hacer campañas electorales, para unos es un trabajo totalmente desagradable, asquiento y mañoso. Para mí, es un placer (“por su olor a pólvora”) que pocos entendemos cómo sobrevivirlo, pocos tenemos la piel tan gruesa para no dejarnos ofender por el éxtasis electoral del momento y pocos sabemos que, con este proceso, ni se empieza ni se termina la vida. Se los aseguro, después del 27 hay vida. Y como es normal en la naturaleza, las aguas buscan de nuevo su cauce…
Mi decisión no será por el que se muestra como el caudillo de la honestidad. Porque los conozco bien… porque “ninguno resistió la revisión de su archivo”.
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