Son siete las emociones simples que se manifiestan de manera constante en los seres humanos y son catalogadas por los científicos del comportamiento como las más evidentes y tangibles en todos los patrones de acción-reacción desde el comportamiento público. La pregunta que uno se hace al ver las campañas políticas y los gobiernos de América Latina en cabeza de seres tan racionales y poco cautivantes como nuestra clase política, es: ¿Cómo lograr ser emocionante en la política?
Este es un verdadero reto no solo para los líderes en el terreno del gobierno público sino en ámbitos del terreno corporativo, finalmente estamos hablando de roles muy similares donde existe el propósito de impulsar objetivos estratégicos y se quiere gestar y fortalecer relaciones interpersonales de alta participación, pertenencia e involucramiento en el logro de estos propósitos por el bien de una organización llámese Estado, empresa, fundación, gremio, colegio, universidad o cualquiera otra de los tejidos humanos que se gestan con propósitos colectivos.
Cuando un ser humano lo observa a usted por primera vez, ese desconocido procesa los cuatro cuadrantes de su rostro, compuesto por 254 micro expresiones faciales, y en menos de 3 segundos lo concibe desde y para el imaginario, bajo una impresión difícil de borrar, se trata de una primera experiencia interpersonal que es inherente a la experiencia y el contacto futuro. Esa primera emoción puede ser: Ira, tristeza, desprecio, repugnancia, sorpresa, miedo o felicidad; según experiencias voluntarias e involuntarias que van desde la forma cómo el emisor comunica y se ve mediada por la forma cómo este y su imagen es decodificada.
Bajo nuevos contactos de relacionamiento con ese usuario, ciudadano, votante, cliente o potencial steakholder, ya usted puede construir una relación que está más matizada por una experiencia racional de mayor calado, donde a pesar de esta presente esa primera experiencia emocional, el cerebro podría albergar nueva información que se referirá a la apropiación, sintonía o distanciamiento, pero en una franca relación con la satisfacción o insatisfacción de deseos o necesidades particulares que el otro o lo otro es capaz de llenar en la vida cotidiana del usuario.
Recientemente tuve la oportunidad de asesorar un alto directivo empresarial mexicano, quien durante largos años había despreciado sus rasgos como la expresión oral, corporal, la comprensión estratégica de su discurso, la sensibilidad, carácter y segmentación de los públicos a los que se dirigía, así como aspectos de vestuario, trato, inteligencia emocional, persuasión que prefería dejar a un lado para no matizar el sentido de su trabajo. A todas luces se notaba en sus palabras que había una persona honesta, sin embargo había muchos choques innecesarios con su equipo de trabajo, con clientes, proveedores, junta directiva y demás que siempre eran obstáculo para que sus propuestas se pudieran implementar. Bajo un proceso de diagnóstico, orientación y entrenamiento, logramos demostrarle que un poco más de cuidado con las emociones que trasmitía a los públicos con los cuales se relacionaba, le iban a evitar esfuerzos adicionales o desgastes innecesarios. Fue satisfactorio sentir que mejorar su imagen, comunicación y comprensión estratégica del relacionamiento con el otro, le trasformó incluso sus relaciones familiares de manera notable. En el mundo del gobierno corporativo es más habitual que me llamen como consultor para brindar servicios de acompañamiento, sobre la comunicación desde el liderazgo, donde hablo de clientes o usuarios; sin embargo en entornos relacionados con el sector público suelo hablar de ciudadanos, aunque por recientes estudios y lecturas he comprendido que hoy estamos sumergidos en una relación entre productor de sentido y prosumidores constructores de conversaciones. Ya no emitimos a recipientes que no dicen nada, cada vez estamos en entornos más horizontales donde nadie se queda callado y todos quieren obtener significación desde la construcción de los mensajes cuyas puntadas iniciales dan los líderes llámense gerentes, directores, presidentes o ministros. Es posible que desde el entrenamiento, la formación o la asesoría, usted en su vestuario, expresión facial, oral, corporal o lingüística, pueda tomar conciencia y potenciar su capacidad de generar y sostener una buena experiencia emocional en las personas que le rodean, basta con tomar consciencia de que todo en usted comunica y que a veces la forma cómo hemos entendido culturalmente el vestuario, las habilidades de relacionamiento o la estética, nos han hecho tomar cierta distancia por pensarla como rasgos distantes del fondo, cuando precisamente se trata de formas repletas de fondo y que bloquean o favorecen el esfuerzo de cualquier líder por ser bien comprendido y codificado según los canales y discursos que utiliza para conectarse con sus públicos de interés. Miguel Jaramillo Luján, Consultor en Marketing Político y de Gobierno
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